TRANSFORMANDO EL FUTURO A TRAVÉS DEL KARMA

Karma significa "acción". Cada acción que realizamos crea una huella kármica (tib. bagchag), que es una especie de semilla, un potencial para nuestras futuras acciones, pensamientos e imágenes mentales, sentimientos, estados de ánimo, impresiones, es decir, de todo lo que nos sucede. Hemos ido acumulando estas huellas en la base de la conciencia1 desde los tiempos sin principio a lo largo de nuestras incontables vidas en el samsara.

Así, las huellas kármicas se acumulan y determinan todas nuestras experiencias en el samsara. Para entender cómo se expresa esto, se puede poner un ejemplo sencillo cómo percibimos la belleza. El mismo objeto le parece bello a una persona, no tan bello a otra, e incluso feo a otra. Percibimos un objeto de forma diferente precisamente debido a nuestras huellas kármicas; después de todo, si tuviera algún tipo de belleza o fealdad autoexistente, todo el mundo lo percibiría así. Pero cualquier objeto está vacío, y lo que lo hace bello o feo es nuestra mente nublada, que lo ve todo a través del prisma de sus propios velos kármicos.

Cuando juzgamos un objeto como bello, podemos sentir apego por él, querer apropiárnoslo, comprarlo o robarlo. Si lo juzgamos feo, podemos querer desfigurarlo o destruirlo. Así pues, nuestro karma no sólo dicta nuestras percepciones, sino también nuestras reacciones y acciones. Estas reacciones y acciones crean a su vez nuevas huellas kármicas, que afectan de nuevo a nuestra percepción y dictan nuestras siguientes reacciones, que crean las siguientes huellas kármicas, y así hasta el infinito se multiplica el karma. Como las huellas no se almacenan en el cuerpo físico, sino en la base de la conciencia, la muerte no las anula, y pasan con nosotros de vida en vida. Esta es la rueda del samsara.

Las huellas kármicas pueden ser profundas o superficiales, dependiendo de cuál haya sido nuestra reacción, nuestra impresión, nuestra intención. La profundidad de las huellas determina la fuerza de su influencia en el futuro. Por ejemplo, una acción como el suicidio, al ser el resultado de un fuerte rechazo a permanecer en un cuerpo humano, crea una huella tan profunda en la mente que el posterior nacimiento humano se hace muy difícil y no ocurre, según Rinchen Tenzin Rinpoche, durante muchos kalpas.

En cuanto a las huellas positivas fuertes, un ejemplo es cuando una persona sacrifica su propio cuerpo en beneficio de otros seres vivos, por ejemplo, donando desinteresadamente a alguien su órgano para un trasplante. Una acción así, si no está motivada por intereses materiales, crea una huella positiva muy profunda, un karma virtuoso muy fuerte.

La noción de karma se enraíza profundamente en varias tradiciones filosóficas y religiosas, presentándose como una perspectiva fascinante sobre cómo nuestras acciones y decisiones configuran nuestro futuro. Aunque su interpretación varía entre culturas, en su esencia, el karma nos invita a considerar cómo podemos transformarnos a través de nuestras propias acciones.

El karma es visto como el motor que impulsa el ciclo de la muerte y el renacimiento, determinando la naturaleza de cada reencarnación en función de las acciones previas. A diferencia del destino, que parece predeterminado e inalterable, el karma opera bajo la ley de causa y efecto: nuestras acciones tienen consecuencias que repercuten en nuestro futuro. Mientras el libre albedrío nos permite tomar decisiones, el karma aborda las consecuencias de esas elecciones, destacando una relación íntima entre nuestra capacidad de elegir y las repercusiones de esas elecciones.

En el ámbito de la ciencia, aunque no se reconoce el karma en términos espirituales, el principio de acción y reacción es fundamental, resonando con la idea de causa y efecto presente en el karma. El hinduismo y el budismo ofrecen perspectivas únicas sobre el karma, enfatizando su importancia en la vida actual y las reencarnaciones futuras, y destacando el papel de la mente y la moralidad.

Existen varios tipos de karma, desde el inmediato, que se experimenta en la vida actual, hasta el acumulado, que influye en las vidas futuras. Las acciones, tanto positivas como negativas, juegan un papel crucial en la formación del karma personal. Este se manifiesta en aspectos como la deuda kármica, donde acciones negativas acumulan una "deuda" que debe ser equilibrada, y el karma familiar, indicando que ciertas lecciones se transmiten a través de generaciones.

Las relaciones kármicas, incluyendo las conexiones intensas y los matrimonios, a menudo presentan desafíos que son cruciales para nuestro crecimiento personal. El "vaso del karma" se llena con nuestras acciones, palabras y pensamientos, subrayando la importancia de una vida consciente y compasiva. Herramientas como la astrología pueden ofrecer insights sobre nuestro karma y lecciones de vida basadas en la fecha de nacimiento.

La salud también puede verse influenciada por el karma, con ciertas tradiciones sugiriendo que las enfermedades pueden reflejar desequilibrios espirituales o emocionales. Para mejorar, limpiar o trabajar nuestro karma, actos de bondad, vivir éticamente, la meditación, el perdón y la auto-reflexión son fundamentales. Estas prácticas no solo promueven el crecimiento personal y espiritual sino que también pueden conducir hacia la liberación del ciclo kármico, alcanzando un estado de conciencia elevado y desapego.

El karma, lejos de ser una sentencia fija, nos ofrece una ventana hacia la auto-transformación. Al comprender y trabajar conscientemente con nuestro karma, tenemos la oportunidad de dirigir nuestras vidas hacia un futuro de mayor plenitud y armonía.

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