La vejez como fenómeno único
La vejez, por sí misma, es un fenómeno
absolutamente único que ha atraído la atención de sociólogos, psicólogos y
filósofos desde los albores de la civilización. A lo largo de la historia, han
existido múltiples concepciones sobre la vejez y los procesos de
envejecimiento, además de un esfuerzo por comprenderlos. Hoy en día, entendemos
que contamos con la gerontología y con especialistas dedicados al cuidado de
las personas mayores, lo que nos permite reconocer las diferencias entre las
distintas etapas de la vida.
Vejez y prolongación de la vida
A medida que la población humana ha
crecido y se ha vuelto más consciente de la calidad
de vida y la duración de la misma, la vejez ha dejado de percibirse como
algo negativo. Hoy día se debate si estamos envejeciendo de forma irracional,
dado que la longevidad de vida ha aumentado. En muchos casos, la visión
limitada de la juventud, como la etapa en que “todo está a tu favor”, pierde validez cuando se observa desde una
perspectiva histórica. Pensadores como Confucio, Hipócrates o Platón ya
abordaban cuestiones relacionadas con la vejez.
Confucio, en su filosofía, enfatizaba la
importancia del respeto hacia los
ancianos y la sabiduría que traen consigo. Consideraba que la vejez era una
etapa digna de veneración, donde la experiencia y el conocimiento acumulados
debían ser valorados y transmitidos a las generaciones más jóvenes. Para
Confucio, el cuidado y respeto hacia
los mayores eran fundamentales para una sociedad armoniosa.
Hipócrates, conocido como el padre de la
medicina, también reflexionó sobre la vejez y la salud. En sus escritos,
abordaba la importancia de mantener un estilo de vida saludable para prolongar
la vida y mejorar la calidad de los años avanzados. Hipócrates creía que una buena alimentación, el ejercicio y el cuidado del cuerpo eran esenciales para enfrentar los desafíos de
la vejez.
Platón, por su parte, en sus diálogos,
exploró la naturaleza del ser humano y la vida en sus diferentes etapas. En “La
República”, Platón discute la idea de que los ancianos deben ser valorados por
su sabiduría y experiencia, y sugiere
que deberían desempeñar roles de liderazgo en la sociedad. Para Platón, la
vejez no sólo era un tiempo de declive, sino también una oportunidad para contribuir
al bienestar de la comunidad a través del conocimiento y la reflexión.
Enfoques filosóficos sobre la vejez
Si nos centramos en el enfoque
filosófico, la vejez se aborda como una etapa en la que se deben encontrar
respuestas a desafíos existenciales. En las filosofías antiguas, la vejez
estaba vinculada con la sabiduría, y muchos pensadores sugerían que el
envejecimiento no era un proceso negativo, sino una fase de profundización en
la comprensión de la vida. Sin embargo, las percepciones de la vejez eran
extremas: por un lado, se la veía como una fase de sabiduría y, por otro, como
la etapa en la que las personas se volvían como niños, difíciles de comprender
y con exigencias constantes.
Las percepciones de la vejez han sido
extremas a lo largo de la historia. Por un lado, se la veía como una fase de
sabiduría, donde la experiencia y el conocimiento acumulados eran valorados y
respetados. Los ancianos eran considerados guardianes de la tradición y la
cultura, y su papel en la sociedad era fundamental para la transmisión de
valores y enseñanzas. Por otro lado, la vejez también era vista como una etapa
en la que las personas se volvían como niños, difíciles de comprender y con
exigencias constantes. Esta visión negativa reflejaba temores sobre la pérdida
de autonomía y la dependencia, llevando a una percepción de la vejez como un
periodo de declive y fragilidad.
En la actualidad, diferentes autores
ofrecen diversas perspectivas sobre la vejez. El filósofo contemporáneo Martin
Heidegger, por ejemplo, aborda la vejez desde la existencia y el ser,
enfatizando la importancia de aceptar la finitud de la vida y encontrar
significado en cada etapa, incluyendo la vejez. Por otro lado, el gerontólogo
Robert Butler acuñó el término “edadismo”
(ageism en inglés) para
describir la discriminación hacia las personas mayores, abogando por una mayor
comprensión y respeto hacia esta etapa de la vida.
Asimismo, la psicóloga Laura Carstensen
propone la teoría del envejecimiento
selectivo que sugiere que a medida que las personas envejecen tienden a
enfocarse en relaciones y actividades que les brindan mayor satisfacción
emocional. Esto contrasta con la visión tradicional de la vejez como una etapa
de pérdida, sugiriendo en cambio que puede ser un tiempo de enriquecimiento
personal y conexión.
Así, las percepciones sobre la vejez han
evolucionado, y aunque aún persisten visiones extremas, existe un creciente
reconocimiento de la complejidad de esta etapa de la vida. La vejez es ahora
considerada no sólo como un periodo de declive, sino también como una
oportunidad para la reflexión, crecimiento y disfrute de las relaciones
significativas.
La sabiduría y el cuerpo
Un aspecto fundamental es cómo la
sabiduría se relaciona con el envejecimiento. Filósofos como Platón
consideraban que sólo a partir de los 60
años una persona podría ocupar cargos importantes, ya que en esa etapa la
experiencia acumulada se volvía esencial. Para Platón, la sabiduría adquirida
con los años contrarrestaba el declive físico, un pensamiento que también se
refleja en la idea de que, al cerrar los ojos físicos, se abren los
espirituales.
La actitud frente a la
vejez y la muerte
El pensamiento de los filósofos antiguos
también se centraba en cómo la aceptación de la muerte y la vejez podía
contribuir al bienestar espiritual. Epicúreo, por ejemplo, consideraba que se
debía reflexionar sobre uno mismo desde una juventud filosófica para que, al
llegar a la vejez, se pudiera mantener la mente activa, sin temer la muerte ni
la vejez. La sabiduría, según muchos filósofos, no sólo proporciona consuelo,
sino que ayuda a aceptar el proceso natural de la vida, que incluye el
envejecimiento y la muerte.
Influencia de la
tradición
La antigüedad valoraba a las personas
mayores no sólo como transmisores de sabiduría, sino también como portadores de
la tradición. Homero y Platón reconocían la importancia de la experiencia y el
consejo de los ancianos, señalando que los jóvenes debían escuchar con respeto
y aprender de aquellos que habían vivido más tiempo. Esta idea se refleja en la
filosofía de la Edad Media y el Renacimiento, donde la vejez se veía como un
proceso que debía ser entendido no sólo en términos físicos, sino también
espirituales.
Vejez en la visión
cristiana
En la visión cristiana, la vida humana
se considera un viaje hacia la eternidad. La vejez, en este contexto, es vista
como una etapa de acercamiento a Dios y a la espiritualidad, donde el cuerpo
pierde importancia frente al alma. La muerte, lejos de ser un final trágico, se
convierte en la puerta hacia la vida eterna. De esta forma, el envejecimiento
no es percibido como un deterioro, sino como un paso hacia la trascendencia. En general, el cristianismo considera
la vejez como un tiempo de sabiduría, reflexión y cercanía a Dios.
Uno de los autores más influyentes es el
teólogo y filósofo Santo Tomás de Aquino, quien en su obra “Suma Teológica”
discute la importancia de la virtud y la sabiduría que se adquiere con la edad.
Para Aquino, la vejez es una oportunidad para cultivar la virtud y prepararse
para el encuentro con Dios.
Otro autor relevante es el escritor y
teólogo Dietrich Bonhoeffer, quien en su obra “Ética” reflexiona sobre la vida
cristiana en todas sus etapas, enfatizando la dignidad de cada persona,
independientemente de su edad. Bonhoeffer destaca que la vejez debe ser vista
como un tiempo de servicio y entrega a los demás, donde la experiencia y el
conocimiento pueden ser compartidos con las generaciones más jóvenes.
Además, el Papa Francisco ha abordado la
vejez en varias ocasiones, enfatizando la necesidad de valorar a los ancianos
en la sociedad. En su exhortación “Evangelii Gaudium”, menciona que los
ancianos son portadores de sabiduría y experiencia, y que su papel es fundamental
en la transmisión de la fe y los valores cristianos.
Transformación en la
percepción de la vejez
Durante el Renacimiento, figuras como
Petrarca y Miguel Ángel comenzaron a conectar la vejez con la creatividad. La vejez no sólo era un
periodo de reflexión, sino también una etapa en la que se alcanzaban nuevas alturas creativas y espirituales.
A través de la literatura y el arte, estos pensadores expresaron cómo la
sabiduría adquirida a lo largo de la vida podía ser una fuente de renovación y
transformación personal.
Enfoques contemporáneos
sobre la vejez
En los tiempos modernos, filósofos como
Hegel y los pensadores contemporáneos han revisado la relación entre la sabiduría y la vejez. Hegel, por
ejemplo, veía la vejez como una culminación del proceso de desarrollo humano,
donde lo cuantitativo (los años vividos) se transforma en cualitativo
(sabiduría y entendimiento profundos). Para estos pensadores, la vejez es un
proceso de transformación, donde se integra la experiencia y el conocimiento acumulado
para vivir plenamente, a pesar de las limitaciones físicas.
La vejez, lejos de ser sólo un proceso
de desgaste físico, se convierte en una etapa de crecimiento espiritual y sabiduría. A través de la historia, las
diversas culturas han comprendido este proceso de maneras diferentes, pero
siempre con un énfasis en la necesidad de aceptar la transformación y los
desafíos que vienen con el paso del tiempo.
Reflexión sobre la vejez y el proceso de
envejecimiento
Sólo a través de la lente de lo que se ha
perdido, se puede realmente perder la oportunidad de aprovechar ese tiempo. Según
Hölderlin (1770-1843), la vejez inquieta y soñadora llega pacífica y alegre. “El
desapego y la tranquilidad cada vez mayores de los ancianos no están
relacionados con el duelo por cualidades que ya no se pueden recuperar”. Según
él, la creciente lejanía y paz interior de los mayores no está vinculada al
lamento por cualidades que ya no pueden ser recuperadas, sino que representa
una sensación cualitativamente distinta de percibirse a sí mismo. No hay
exigencias internas en este proceso. La vejez no debe ser vista únicamente como
un tiempo difícil, sino como un periodo que ofrece ventajas.
En la antigüedad, se creía que la vejez
era la culminación de un proceso de trabajo personal, un llenado de
conocimiento, y de reflexión. A través de este esfuerzo, se adquiría la
sabiduría del anciano, lo que facilitaba atravesar esa etapa de la vida. Así,
en la vejez surgen cualidades que no se valoran en la juventud o que pueden ser
inaccesibles en ella debido a las exigencias del tiempo, la sociedad y las
expectativas internas. Además, se entiende la vejez como un proceso de
adquisición de individualidad, un concepto relacionado con la vida en su
infinita capacidad de autoexpresión. Este proceso de autoexpresión no está
limitado a la juventud, sino que también existe en la vejez, no en el sentido
de realizar actos desmesurados o escapar de la realidad, sino como una
expresión genuina de uno mismo que se adapta a las circunstancias de esa etapa.
La vejez, en este contexto, no es
necesariamente sinónimo de fragilidad. Permite la autoexpresión, mantener una
actividad productiva (que no tiene que ser laboral), y conservar una sensación
de satisfacción personal. Entender lo que realmente nos brinda placer y lo que
no, así como nuestra relación con el concepto de felicidad, puede liberarnos de
la necesidad de ser el viejo loco o desdentado que los filósofos antiguos
temían.
Envejecimiento desde
perspectiva psicológica
Desde el punto de vista psicológico, no
podemos reducir el envejecimiento a un simple proceso de decadencia o
regresión. Aunque en la psiquiatría se habla de “depresión involutiva”, un tipo
de depresión que ocurre durante los cambios climáticos o biológicos en la
vejez, la psicología plantea un enfoque diferente. El envejecimiento se ve como
un proceso continuo de formación, donde la persona mantiene su capacidad de
adaptarse a las nuevas demandas de la vida, pero sin perder la conexión activa
con el mundo. La vejez exige un enfoque tanto hacia el entorno externo como
hacia los cambios internos del propio ser, los cuales pueden ser más evidentes
que en la juventud, la cual parece interminable y eterna.
Este concepto da lugar a debates sobre
qué se considera la “vejez”, ya que no existe un consenso claro sobre la edad a
partir de la cual comienza, y existen enfoques como el de la edad biológica, la
psicológica o las pruebas asociadas a estos términos. La edad cronológica es sólo
un indicador general, mientras que la forma en que una persona experimenta su
envejecimiento es profundamente subjetiva.
Al estudiar a personas mayores que se
sienten satisfechas con su vida y tienen una segunda mitad de la existencia
exitosa y sin sufrimientos graves, se puede identificar una nueva postura vital
en la vejez, un periodo verdaderamente fructífero. La vejez no tiene que ser sólo
un tiempo de dedicación a los demás; también implica aprender a cuidar de uno
mismo, entender lo que nos da sentido y satisfacción.
Noción de vejez en el
contexto cultural y social
Es importante señalar que lo que
entendemos por “vejez” varía enormemente según la cultura. En una sociedad, el
envejecimiento se percibe de una forma, y en otra, de una manera muy diferente,
como ocurre entre Japón y el Cáucaso, por ejemplo. A medida que aumenta la
longevidad media de la población, la edad que consideramos “avanzada” también
se aleja.
En términos de envejecimiento, se habla
de un proceso de cambios dinámicos, donde predominan los procesos destructivos
sobre los constructivos. A medida que envejecemos, la actividad física
disponible disminuye, pero las capacidades mentales o cognitivas pueden
mantenerse estables, si bien se requiere una mayor atención a la rutina diaria.
Los desafíos del envejecimiento no son sólo biológicos, sino también
psicológicos, pues los individuos deben ajustarse a una nueva forma de vida sin
perder la conexión con su sentido de identidad.
Proceso de aceptación y
conflicto interno en la vejez
Eric Erikson, en su teoría del desarrollo psicosocial, propone que en la vejez se
enfrenta un conflicto entre la
desesperanza y la integridad. Si una persona evalúa su vida como una serie
de errores y oportunidades perdidas, no puede aceptar su historia como un todo
y, por ende, experimenta miedo a la muerte. Sin embargo, aquellos que logran
ver su vida como una unidad coherente, alcanzan un estado de integridad,
aceptando lo vivido con satisfacción. Esto permite afrontar la muerte con menos
temor, ya que la percepción de la vida no está centrada en lo que no se
alcanzó, sino en lo que se vivió.
En momentos de crisis en la vejez,
cuando las personas se sienten atrapadas por el pasado o los recuerdos no
resueltos, surge la necesidad de encontrar una integración interna. Esto puede
implicar, por ejemplo, la reconciliación con la figura de los padres, que se
transforma en un legado valioso. Sin embargo, algunos no logran este proceso de
integración y se quedan atrapados en viejas heridas emocionales, incapaces de
superar el duelo.
Erikson también habla de la “sabiduría” que surge en la vejez, un
concepto presente en la filosofía antigua. Esta sabiduría no es simplemente la
acumulación de conocimiento, sino una aceptación
profunda de la vida tal como es, con sus errores, pérdidas y logros. En
última instancia, el envejecimiento puede ser una oportunidad para redescubrir
el sentido de la vida, para encontrar un propósito personal que no dependa de
las expectativas ajenas.
Es esencial que cada individuo, al
llegar a la vejez, pueda reconocer su vida como un conjunto coherente, capaz de
otorgar satisfacción y sentido, no sólo en el reflejo de lo vivido, sino
también en la aceptación de lo que queda por vivir, incluso cuando este proceso
esté marcado por la proximidad de la muerte. La clave está en encontrar esa paz
interna y la capacidad de estar en paz con el paso del tiempo.
Búsqueda de sentido en la vida
En ocasiones, tratamos de detenernos,
buscar un significado más profundo, no sólo en tareas de corto plazo, sino
también en conectar nuestra historia personal en un entendimiento único. Esto
puede ocurrir en momentos de alegría, de golpes duros o de decisiones
cruciales, momentos en los cuales nos vemos sacados de nuestra rutina monótona.
Es en esos momentos cuando podemos realmente despertar y contemplar nuestra vida
desde una perspectiva más amplia, reflexionando sobre su sentido. Este es un
momento clave, al cual debemos prestar atención. Nuestros seres cercanos y las
personas mayores pueden ayudarnos en este proceso, y nosotros, al acercarnos a
nuestra vejez, también podemos ofrecerles algo en este sentido. Las personas
mayores, a diferencia de los jóvenes, no suelen estar tan absorbidas por tareas
urgentes.
Sentido de la vida y
vejez
En la juventud, la sensación de la
finitud de la vida es casi inexistente. Cada uno de nosotros, de hecho,
enfrenta la tarea interna de decidir qué heredamos de nuestros padres y qué no.
Es un proceso importante de elección. Esta reflexión también es válida en el
contexto de la vejez, ya que, al acercarnos a esa etapa, podemos llegar a
comprender qué aspectos del legado familiar son realmente valiosos para
nosotros, como lo hizo, por ejemplo, una paciente que reconoció que sus
capacidades estaban directamente relacionadas con las de su padre. Este tipo de
percepción otorga una sensación de continuidad generacional.
Reflexión sobre
generaciones
La percepción de los padres y cómo se ve
su relación con los hijos también puede cambiar al analizarla desde una nueva
perspectiva. Por ejemplo, la incapacidad de una madre de aceptar ciertos aspectos
de su esposo podría, sin querer, privar a su hija de esa parte de la historia
familiar. Este es un tema delicado, donde actúan factores más sutiles. Los
mayores suelen estar menos preocupados por tareas urgentes, y esto los lleva a
la necesidad de dar un sentido a su vida. Mientras que los jóvenes pueden
intentar escapar de su herencia o de la sensación de limitación, las personas
mayores, al llegar a la madurez, requieren integrar tanto el presente como el
pasado, incluso el doloroso, para poder vivir de manera más plena.
Importancia de la
integración del pasado
Es crucial que los cercanos a las
personas mayores reconozcan esta necesidad de integración, ya que esta
comprensión puede ser beneficiosa para ambas partes. Las familias, por ejemplo,
a menudo no entienden la necesidad de una “reconstrucción” de la historia
personal, pues están inmersos en la rutina diaria. Sin embargo, cuando nos
detenemos a mirar atrás, a reflexionar sobre nuestros padres o personas
mayores, podemos encontrar un nuevo sentido en esa relación. Incluso, si los
padres aún están vivos, este intercambio de experiencias puede enriquecer a
ambas partes.
Legado y percepción de
la vida
Los mayores pueden llegar a entender que
su envejecimiento no sólo cierra su historia, sino que también abre nuevas
perspectivas para los jóvenes. Este legado no es sólo el que nos dejan en
términos de herencia material, sino también en el ámbito laboral, en los
conocimientos y en las experiencias. Si logramos detenernos y reflexionar sobre
estos intercambios, tanto la juventud como la vejez pueden nutrirse mutuamente.
Este proceso también nos ayuda a reconocer la riqueza en la vida de nuestros
mayores y entender que sus vidas no fueron vacías, sino que estuvieron llenas
de eventos significativos.
Paso del tiempo y su
percepción en la vejez
El paso del tiempo se percibe de manera
distinta en la vejez. Existen dos tipos de envejecimiento: el activo y el
pasivo. Las personas que envejecen de manera pasiva tienden a ver el tiempo de
manera monótona, con la ilusión de que el futuro está tan lejos que se funde
con la eternidad. No se trata de estar en el presente, sino de la sensación de
que no existe ningún “momento” real. Esta ilusión de “infinito” apoya una
pasividad ante la vida, una incapacidad de conectar con la realidad de la
finitud.
Eternidad e ilusión del
tiempo infinito
El concepto de “infinito” se asocia con la idea de que el tiempo no tiene límites, al igual que el inconsciente, que no tiene
noción de muerte ni de envejecimiento. Este deseo inconsciente es comprensible,
pero es necesario el ego para conectar la conciencia con el inconsciente,
reconociendo que nuestro deseo no es eterno, sino que se enfrenta a la realidad
de la finitud. La necesidad de aceptar esta finitud se convierte en un reto al
acercarse a la vejez.
Tiempo y muerte en la
literatura
En la novela “La montaña mágica” de Thomas
Mann, se describe un sanatorio donde los pacientes han olvidado que la vida es
finita, viviendo una ilusión de tiempo infinito. Este concepto nos habla de la
necesidad humana de crear una ilusión de eternidad cuando nos enfrentamos a la
frustración de la vida. La integración de todo lo vivido, incluidos los
momentos dolorosos, permite sentir el “presente”
de manera más intensa. Vivir plenamente es un proceso en el que cada momento
tiene su valor y significado.
La importancia de vivir
el momento
Este concepto de “segundos de eternidad” no implica alargar el tiempo infinitamente,
sino valorar cada instante como único y significativo. La vida no debe ser
vista como un continuo interminable, sino como una sucesión de momentos que
deben ser vividos de forma consciente. Esta visión permite apreciar la vida tal
como es, con sus altibajos, sin la necesidad de buscar una eternidad utópica.
El dilema de la vida y
la muerte
La muerte es un concepto que genera
temor, y aunque todos sabemos que llegará, es en la vejez cuando la sensación
de finitud se vuelve más tangible. Sin embargo, este miedo a la muerte puede
intensificar la vivencia del presente, lo que nos permite vivir de manera más
plena. La pasividad frente a la vida y la ilusión de tiempo infinito sólo
llevan a una existencia vacía. Es en la aceptación de la finitud donde se
encuentra el verdadero sentido de la vida.
Elección personal ante
la muerte
El tema de la muerte asistida es un tema
complejo, tanto a nivel personal como social. Es importante entender cómo cada
individuo enfrenta la muerte, ya sea por decisión propia o por circunstancias
externas, y cómo esto se relaciona con su psique. El proceso de tomar
decisiones sobre la vida y la muerte está profundamente influenciado por las
experiencias individuales, y no hay una respuesta única o correcta. La
psicología, y en particular el psicoanálisis, buscan comprender cómo se forma
esta decisión en el individuo y qué factores influyen en ella.
Importancia de
comprender el sufrimiento
Cada persona enfrenta el sufrimiento de
manera diferente. No sabemos cómo será nuestra propia experiencia de la muerte,
pero sí podemos entender que cada individuo tiene su propio camino. Las
decisiones que toman las personas frente al sufrimiento o la enfermedad son
personales y dependen de múltiples factores, incluyendo su historia y su estado
psicológico. Este es un tema de profunda complejidad, y aunque algunos puedan
buscar la muerte como una salida, es esencial reconocer el sufrimiento
emocional y físico involucrado en estas decisiones.
Imposibilidad de afrontar las pérdidas
La incapacidad para experimentar
pérdidas y la necesidad de que esas pérdidas no ocurran es lo que nos impide,
realmente, sentirnos llenos en el momento presente. Esta forma oculta de
depresión, que de hecho puede ser tratada, se caracteriza por una sensación de
eternidad. Aunque estamos hablando de la vejez, este sentimiento no es exclusivo
de las personas mayores, ya que puede presentarse a cualquier edad. Sin
embargo, a una edad temprana, podemos hablar de lo que estamos mencionando
ahora.
En la juventud, existe la posibilidad de
correr activamente, de hacer cosas, y podemos dejar de lado esas sensaciones,
ocupándonos con tareas inmediatas. Esto nos proporciona cierta facilidad y nos
escondemos en la ilusión de la actividad, que puede ser incluso muy productiva;
nadie dice que no sea útil. Pero en la vejez, esta forma grave de depresión,
que se oculta detrás de la indiferencia y el aburrimiento, también necesita ser
tratada.
Distinción entre
tristeza normal y patológica
Es importante diferenciar entre la
tristeza normal y la patológica. Freud ya escribía sobre las reacciones ante la
pérdida, como la separación o la muerte, y también sobre el desengaño con algún
ideal. Esta tarea, de hecho, no es menos complicada que la de desilusionarse
con una imagen, un ideal o una persona.
Algunas personas responden a estas
situaciones con tristeza y logran superarlas; se sumergen en el dolor por un
tiempo, pero luego salen de él. Otras, en cambio, caen en un estado depresivo.
En el pasado, la melancolía era sinónimo de depresión. Hoy, aunque seguimos
utilizando el término melancolía, lo asociamos con formas mucho más graves que
implican trastornos importantes.
Tristeza consciente
frente a la depresión inconsciente
A diferencia de la tristeza normal, que
se vive de manera consciente—uno sabe que ha perdido algo y se siente dolorido,
triste, o herido, pero puede lidiar con ello—, la tristeza patológica que lleva
a la depresión se desarrolla en el nivel inconsciente. Esto significa que la
persona no es capaz de entender lo que ha perdido ni de identificar lo que le
está sucediendo.
Tanto la tristeza normal como la
patológica comparten una característica común: ambas ralentizan los procesos
mentales y disminuyen el interés por el mundo exterior. La tristeza afecta la
percepción del yo, es decir, de mí mismo. Sin embargo, en la melancolía, el yo
mismo, como persona, se empobrece. En la tristeza, el mundo se ve empobrecido y
descolorido, pero la persona tiene tiempo para llenarlo, para protegerlo con su
energía vital. En la melancolía, en cambio, se empobrece la propia idea de uno
mismo. Por ello, en primer plano aparece el rechazo hacia el propio ser, y esta
es la diferencia fundamental entre tristeza y melancolía.
Identificación
narcisista con el objeto perdido
Hasta el momento, no sabemos por qué
algunas personas atraviesan este proceso de una manera y otras de otra. No se
trata únicamente de cuestiones genéticas. En el caso de la pérdida de un
objeto, Freud explica que existe una diferencia fundamental en la dirección
emocional. Es lo que él llama “energía
libidinal”, que dirigimos tanto hacia nosotros mismos como hacia los
demás.
En la tristeza normal, podemos renunciar
al objeto perdido, dejar de invertir en él y dirigir nuestra energía hacia algo
nuevo. Si esto ocurre rápidamente, o si se niega la pérdida, entonces también
es anómalo. En condiciones normales, nos sentimos tristes; la tristeza es un
componente esencial de la psique humana. Sin embargo, en la melancolía, la
persona sigue invirtiendo toda su energía en el objeto perdido, sin
desprenderse de él. Nos identificamos con ese objeto de manera narcisista.
Freud hablaba de cómo la sombra de un objeto se proyecta sobre el yo, como si
la persona se convirtiera en ese objeto, y por eso la pérdida del objeto se
siente como una pérdida de uno mismo.
En este sentido, no necesariamente
estamos hablando de la pérdida de una persona específica, sino de una versión
de uno mismo que ya no existe. Por ejemplo, una versión más activa de uno
mismo, alguien que podía hacer muchas cosas, o una versión más segura de sí
mismo que ya no está presente. Es una pérdida que puede estar relacionada con
la autocrítica.
Autocrítica en
melancolía
El melancólico se centra en sí mismo,
pero está inmerso en un torbellino de autoinculpaciones porque sufre un ataque
contra sí mismo. En realidad, lo que ocurre es que hay enojo hacia la pérdida,
una rabia hacia esa imagen de sí mismo que se ha perdido. “¿Por qué ya no tengo
esto? ¿Por qué ya no soy como antes?” Pero no se produce una separación natural
de esa imagen de sí mismo, ni la aceptación de que tal vez algo diferente es
posible ahora, aunque no sea lo mismo que antes.
Este proceso se convierte en una
agresión contra uno mismo. La rabia dirigida a una persona que nos ha dejado, o
a la versión de nosotros mismos que hemos perdido, se redirige hacia el
interior. En este sentido, la melancolía es una forma extremadamente grave de
depresión que paraliza todos los procesos mentales. Freud también aborda este
tema, hablando de la crítica interna y de cómo una parte del “yo” se enfrenta a
otra, evaluando y produciendo una crítica que convierte todo en un objeto
externo.
Depresión como una
guerra interna
Lo que sucede en este proceso es una
guerra interna entre el amor y el odio, entre el deseo de vivir y el deseo de
morir. Es imposible odiar el objeto perdido y liberarse de él. La rabia hacia
ese objeto persiste, pero se queda dentro de uno mismo. La rabia, que
normalmente se dirige hacia algo externo, como una persona que nos ha dejado,
se redirige hacia uno mismo. Esta es la principal característica de la
melancolía.
Necesidad de aceptación
y temor a la muerte
A menudo, los pacientes de la tercera
edad que atraviesan este proceso se niegan a cambiar en su vida, a acercarse a
algo nuevo, a hacer algo diferente. Este conflicto interno entre amor y odio
hacia uno mismo genera una incapacidad para aceptarse tal como se es. La
verdadera dificultad radica en soltar lo que ya no se puede cambiar, en aceptar
lo que queda y aprender a amar o, al menos, aceptar lo que uno aún tiene.
Importancia del interés
y la curiosidad
Es fundamental mantener el interés por
la vida, porque este interés es lo que sostiene nuestra estabilidad y nos
permite adaptarnos a los cambios. La curiosidad es una cualidad esencial que
ayuda a superar la melancolía y la depresión, pues da sentido a la vida y nos
mantiene conectados con el mundo. Esto es especialmente importante en la vejez,
cuando las personas pueden sentirse atrapadas en un ciclo de repeticiones
monótonas. Sin embargo, las actividades que parecen repetitivas, como los
rituales cotidianos, a veces sirven como un mecanismo de defensa contra el
miedo a la muerte y la sensación de finitud.
El reto, entonces, no está sólo en el
cuerpo, sino en la mente. La capacidad de adaptarse, de mantener la curiosidad
y de reconfigurar la vida, es lo que realmente determina la calidad de nuestra
experiencia, especialmente en los años avanzados.
En conclusión, lo que más importa en la
vejez es no perder el interés por lo que nos rodea. Hay personas mayores que, a
pesar de su edad, mantienen una vida activa y llena de actividades
significativas. La vida sigue siendo interesante mientras se conserve esa
chispa de curiosidad. El miedo a la muerte, que a menudo se esconde detrás de
la melancolía, se puede enfrentar con el mismo vigor y curiosidad que en la
juventud.
Relaciones personales y caos interno
Un enfoque que a veces parece prevalecer
es el de la indiferencia, pero, seamos honestos, ¿qué significa realmente ese
enfoque del siglo XX? Quizá sea una reacción defensiva frente a la
incertidumbre, una forma de no depender demasiado de la estabilidad. Vivimos en
tiempos difíciles, y la lucha que observo constantemente es entre la
estabilidad y la rigidez, que también tiene su peligro. A veces, este aparente
desinterés hacia la vida no es tanto una indiferencia, sino más bien un deseo
de encontrar algo de ligereza interior, para que las tareas diarias no se
conviertan en cargas agobiantes. Tal vez eso no sea tan negativo.
Estructura y caos en las
relaciones familiares
A menudo me encuentro con que la vida no
siempre sigue las normas de estructura que considero importantes. Yo soy una
persona muy estructurada, mientras que mis seres queridos no lo son. Al
principio, me molestaba mucho, incluso llegaba a sentir rabia. Pero, al observarlos,
me di cuenta de que, a pesar de su falta de estructura, las cosas les van bien.
Quizás hay algo que no comprendo, tal vez yo misma necesito algo de ese caos,
esa falta de estructura e incertidumbre. Tal vez, por eso, me relaciono con
ellos, porque me hace falta ese componente en mi vida.
Equilibrio entre el caos
y la rigidez
Este tipo de experiencias nos lleva a
cuestionar si hemos exagerado nuestra necesidad de ser tan serios y
estructurados. Quizás estamos demasiado rígidos en nuestras ideas de cómo
deberían ser las cosas. De hecho, podría ser que las personas cercanas a
nosotros nos muestren otra forma de vivir, algo más flexible. En momentos esto
puede ser difícil de aceptar, pero en otros nos hace reír ante nuestra propia
limitación de perspectiva. El exceso de estructura puede significar la ausencia
de vida, por eso es imposible vivir sólo en la rigidez.
Humor y percepción de la
vida
El humor también es una forma de abordar
la vida. No se trata de ignorar la tristeza, sino de reconocer que la tristeza
también tiene un fin. Si no lo tiene, esa tristeza se transforma en una especie
de odio inconsciente hacia uno mismo, que necesita ser tratado.
Lamentablemente, vemos un aumento de trastornos depresivos hoy en día, y eso
refleja cómo los tiempos afectan nuestra psique.
Búsqueda de la totalidad
y proceso de integración
Quizás, al final, todos buscamos una
sensación de totalización, de integridad. Y aunque nuestra vida tiene
rupturas, experiencias y momentos dispersos, eso no significa que no podamos
encontrar coherencia. La vida se
construye a partir de estos momentos que parecen disonantes pero que, de alguna
forma, se integran en una narrativa. A veces parece complicado, pero en
retrospectiva, es evidente que todo tiene sentido.
Reflexiones sobre el
futuro y la muerte
Lo que a veces sucede es que nos
obsesionamos demasiado con lo que viene, con el futuro. Pero si nos quedamos
atrapados en él, no podemos disfrutar el presente. El futuro debe ser algo que
no limite nuestra capacidad de vivir ahora. Como mencionamos antes, cuando un
paciente se agobia con la idea de tener que tomar decisiones sólo porque quiere
estar seguro de cómo será el futuro, eso se convierte en un proceso agotador y
destructivo. La vida es más que la búsqueda de una respuesta definitiva. En mi
experiencia, todos mis seminarios y lecciones giran en torno a este tema: no
hay respuestas absolutas. Cada persona es única y no podemos encasillarla en
una definición rígida.
Valor de la conexión y
comunicación auténtica
La clave está en la conexión. Cuando comunicamos, especialmente con aquellos que están
cerca de nosotros, debemos asegurarnos de hablar sobre lo que realmente les
interesa, en lugar de imponerles nuestras
propias ideas o expectativas. Personalmente, mis seres queridos tienen
intereses muy diferentes a los míos, como la cultura occidental, mientras que
yo me siento más conectado con la asiática. Sin embargo, trato de comprender
sus pasiones y, aunque no comparta todos sus intereses, disfruto aprendiendo
sobre ellos.
Acerca del psicoanálisis
y sus aplicaciones
El psicoanálisis ha sido un proceso
largo de reflexión sobre la vida humana, en todas sus manifestaciones,
dificultades y complejidades. Hoy en día, tratamos muchas condiciones
psicológicas, y el psicoanálisis sigue siendo una herramienta valiosa porque se
acerca mucho a la filosofía. Claro, hay muchos otros enfoques, pero creo que es
importante entender que no hay una única perspectiva sobre lo que significa ser
humano.
Si bien actualmente no puedo abordar temas
de otras corrientes psicológicas, como el enfoque
jungiano, hay una riqueza en los estudios psicoanalíticos que sigue siendo
relevante. El psicoanálisis está muy vinculado a la historia de la psicología,
y la forma en que entendemos las enfermedades psicosomáticas y los trastornos
de personalidad se ha transformado con el tiempo. En este sentido, la historia
de cómo los psicólogos y médicos han desarrollado sus teorías es fascinante, y
los temas actuales, como el análisis de los trastornos de personalidad, se
pueden tratar desde nuevas perspectivas.
Es un proceso continuo de exploración, y
si tienen alguna idea o pregunta, no duden en enviármela. Podemos seguir
reflexionando sobre cómo estas cuestiones se conectan con la evolución de la
psicología y el psicoanálisis, y cómo estas ideas siguen siendo relevantes en
el mundo contemporáneo.
Para concluir, yo personalmente creo que
tanto la psicología como el psicoanálisis nunca dejarán de evolucionar. A pesar
de las discusiones que persisten sobre las ideas de Freud, hoy en día seguimos
explorando cómo los mecanismos psicológicos influyen en nuestras vidas. Esto es
sólo un reflejo de la complejidad de la psique humana, que no tiene respuestas
sencillas ni absolutas, ni tampoco mecanicistas. Como siempre, hay que tener
cuidado de no imponer un sólo camino
o una sola interpretación a la realidad, porque cada ser humano es único.
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© Nikolai Barkov, 2025
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