Kintsugi o el arte de aceptar las imperfecciones
En nuestra sociedad moderna, se exalta
la perfección, belleza, juventud y novedad, mientras que los errores y fracasos
suelen ser rechazados u ocultados. Sin embargo, el arte japonés del Kintsugi
nos ofrece una perspectiva diferente: en lugar de disimular las grietas y las
roturas, las resalta con oro y plata, otorgándoles un nuevo significado y
valor. Apartando lo artístico y enfocándonos en lo psicológico podemos afirmar
que esta técnica nos recuerda que nuestras imperfecciones y caídas forman parte
de nuestra historia y nos hacen más resilientes.
La filosofía del Kintsugi (jap. 金継ぎ -
parche dorado), o Kintsukura (jap. 金繕い - reparación dorada), sostiene que las
fracturas y cicatrices no deben
esconderse, sino integrarse como testigos del tiempo y experiencia. Su
origen se remonta al siglo XV, cuando el shōgun Ashikaga Yoshimasa envió
a reparar una taza china dañada. Al recibirla con toscas grapas metálicas,
encomendó a los artesanos japoneses encontrar una solución más estética, lo que
dio lugar a esta técnica refinada.
A lo largo de los siglos, el Kintsugi se
asoció estrechamente con la ceremonia del té y la cerámica japonesa, llegando a
ser tan apreciado que algunos coleccionistas rompían deliberadamente piezas
valiosas para restaurarlas con oro. Aunque nació en Japón, también se ha
aplicado a cerámicas originarias de China, Vietnam y Corea.
El Kintsugi nos enseña que la verdadera
belleza no reside en la perfección, sino en la capacidad de abrazar nuestras cicatrices y
transformarlas en algo valioso.
Origen del Kintsugi
El uso del laca urushi en Japón se remonta al período Jōmon (14 000 a. C. – 300 a.
C.), cuando ya se empleaba como adhesivo natural y para reparar objetos. Se han
hallado restos de esta laca en puntas de lanzas de piedra de la época, y hay
evidencias de un uso similar en China. No está claro qué país fue el primero en
utilizar el urushi para la restauración, pero es probable que ambos
descubrieran sus propiedades adhesivas de manera independiente.
Aunque el urushi ha sido usado durante milenios para la reparación de
objetos, la incorporación del oro en este proceso surgió mucho después, durante
el período Muromachi (1336-1573). La expansión del Kintsugi está estrechamente
ligada a la popularización de la ceremonia del té en Japón. En esa época, los
monjes zen promovieron esta práctica
como un camino hacia la iluminación, basada en la estética wabi-sabi, que valora la belleza de lo imperfecto y lo
transitorio.
Dado el alto valor de los juegos de té,
cuando se dañaban, los propietarios optaban por restaurarlos en lugar de
descartarlos. Así nació el Kintsugi, transformando las fracturas en parte del
diseño y resaltando su historia con oro y laca.
Históricamente, esta técnica fue una
ocupación secundaria para los artesanos especializados en lacado, quienes la
realizaban en invierno, cuando disminuía la demanda de laqueado de templos y
objetos decorativos. Si bien China y Japón desarrollaron artesanías en laca, la
combinación de oro y urushi para la
restauración es exclusiva de Japón, lo que convierte al Kintsugi en un arte
genuinamente japonés.
Mitos y
Leyendas del Kintsugi
La taza del shōgun
Ashikaga Yoshimasa
Una de las leyendas más conocidas sitúa
el origen del Kintsugi en el siglo XV, durante el gobierno del shōgun Ashikaga
Yoshimasa. Según la historia, el shōgun envió su apreciada taza de té a China
para ser reparada, pero regresó con toscas grapas metálicas que arruinaban su
estética.
Insatisfecho con el resultado, encargó a
artesanos japoneses encontrar una solución más refinada. Estos desarrollaron
una técnica que no sólo unía las piezas con laca urushi, sino que también
embellecía las fracturas con oro en polvo. Así, en lugar de ocultar las
grietas, las transformaron en un nuevo elemento decorativo, convirtiendo la
taza en una pieza aún más valiosa.
La taza rota de un
comerciante
Otra historia atribuye el nacimiento del
Kintsugi al siglo XVI, cuando el maestro del té Sen no Rikyū rechazó una
costosa jarra china durante una ceremonia. Frustrado por la falta de
reconocimiento, el dueño rompió la jarra contra un brasero de hierro.
Más tarde, sus invitados reunieron los
fragmentos y los restauraron con oro. Cuando Sen no Rikyū volvió a ver la
pieza, exclamó: “¡Ahora sí es realmente hermosa!”, validando así la nueva
técnica como una forma de arte.
El sirviente que se
salvó de la muerte
En otra leyenda, un sirviente de la casa
del señor Toyotomi Hideyoshi rompió accidentalmente una de sus tazas
favoritas. Temeroso de la ira de su amo, reparó la taza con Kintsugi y la
presentó con un poema. Al ver la restauración y escuchar el poema, la furia de
Hideyoshi se desvaneció, y el sirviente se salvó. Esta historia refuerza la
idea del Kintsugi como una expresión de arte y reconciliación.
Kintsugi como símbolo de
paz
Existe un relato vinculado al período Sengoku
(siglo XV-XVI), cuando los conflictos entre clanes eran constantes. Para
negociar la paz, los líderes organizaban ceremonias del té, y como símbolo de
reconciliación, combinaban piezas rotas de diferentes tazas mediante la técnica
yobitsugi, que une fragmentos de objetos distintos para crear una pieza nueva.
Un ejemplo histórico de este tipo de
restauración es una taza china del siglo XII, conservada en el Museo de Cerámica Oriental de Osaka.
Aunque su origen se remonta a China, su restauración con Kintsugi data de
siglos posteriores, lo que demuestra cómo esta técnica transformó y revalorizó
objetos a lo largo del tiempo.
Técnicas del Kintsugi
1. Kintsugi (金継ぎ)
/ Gintsugi (銀継ぎ)
Sellado de grietas con laca urushi y
polvo de oro o plata, resaltando las fracturas como elementos decorativos.
2. Yobitsugi (呼び継ぎ)
Unión de fragmentos de diferentes
objetos, creando una pieza híbrida con nueva identidad estética.
3. Maki-e (蒔絵)
Técnica decorativa que incorpora
patrones artísticos en oro y laca.
Estas variantes convierten el Kintsugi
en algo más que una simple reparación: lo elevan a una expresión artística que
celebra la historia y singularidad de cada objeto.
La
Filosofía del Kintsugi
El Kintsugi se fundamenta en la
filosofía japonesa wabi-sabi, que
encuentra belleza en la imperfección,
transitoriedad y asimetría. Nos recuerda que la vida está marcada por cicatrices,
pérdidas y cambios, y que en estas marcas
reside su verdadero valor.
El tiempo y el uso pueden desgastar el
oro del Kintsugi, pero esto mismo refuerza la idea de impermanencia: nada es
eterno, y cada objeto—como cada experiencia—evoluciona con el paso del
tiempo.
Más allá de la restauración, el Kintsugi
es una metáfora de la resiliencia humana: nuestras heridas no nos debilitan,
sino que nos transforman en versiones más fuertes y valiosas de nosotros
mismos.
Kintsugi como Forma de Tratar los Traumas
Psicológicos
El trauma psicológico puede tener un
impacto profundo y duradero en la personalidad de cualquier ser humano. Este
impacto a menudo se manifiesta en un estado
constante de culpa, algo que puede ser extremadamente tóxico. La
culpabilidad se internaliza y se convierte en una identificación con la
imperfección personal e inutilidad. Esto conlleva a una autoevaluación negativa constante, donde la persona se siente
responsable de eventos que en el momento de suceder estaban fuera de su
control.
El trauma también provoca una
desconexión emocional. Las personas afectadas pueden tener dificultades para
reconocer y procesar sus emociones, lo que convierte la culpa en un estado permanente. Existe un apego al
sufrimiento y a la culpa, lo que impide el proceso de sanación y perpetúa el
ciclo de dolor.
Adicionalmente, el trauma puede generar
patrones de comportamiento repetitivos.
Las personas pueden caer en comportamientos que perpetúan su sufrimiento, como
relaciones tóxicas o situaciones que reactivan el trauma original. La búsqueda
de validación externa puede llevar a
comprometerse en relaciones dañinas, reforzando así el sentido de culpa.
Reconocer que el trauma es la raíz del
sentimiento de culpa permite a la persona comenzar a separar su identidad de las experiencias dolorosas. Comprender la diferencia entre lo que uno es y lo que le
hicieron es crucial para el proceso de sanación. Esto permite trabajar en
la autoestima y en la construcción de una identidad más positiva.
El camino hacia la recuperación del
trauma psicológico implica un proceso de autoconocimiento y reconocimiento de
las emociones. Separar la culpa del trauma es esencial para sanar y permitir que
la persona vuelva a conectarse con su verdadero yo, libre de la carga de la
culpa y el sufrimiento.
Así nos transformamos de la víctima de las circunstancias al sobreviviente de las circunstancias.
Este cambio implica un proceso de
empoderamiento y autoconocimiento. En lugar de permitir que las
experiencias negativas nos definan, comenzamos a reconocer nuestra fortaleza y
resiliencia.
La transformación
de víctima a sobreviviente conlleva la aceptación de lo ocurrido y la
decisión de no dejar que esas experiencias controlen nuestra vida. Al adoptar
una mentalidad de sobreviviente, nos enfocamos en el crecimiento personal y en
la búsqueda de soluciones que nos
permitan avanzar. Este proceso no sólo implica sanar las heridas
emocionales, sino también aprender de ellas y utilizarlas como peldaño hacia un
futuro más positivo.
En lo artístico, Kintsugi es una técnica
japonesa que repara cerámica rota utilizando resina mezclada con polvo de oro,
plata o platino. Esta práctica no sólo busca restaurar el objeto, sino que
celebra sus imperfecciones y su historia, transformando las fracturas en una
parte hermosa de su identidad. En el ámbito emocional, Kintsugi simboliza la
importancia de no ocultar el dolor del trauma. Tampoco debemos hacerlo de
conocimiento público. Pero debemos recordar que el trabajo psicológico con
trauma es siempre personal e individual, donde aceptar y compartir las
experiencias difíciles es esencial para el proceso de sanación. Al igual que
las piezas de cerámica que son reparadas, las personas pueden encontrar valor
en sus cicatrices emocionales. Estas no deben ser vistas como defectos, sino
como elementos que enriquecen su historia personal.
Reparar el dolor implica reconocerlo y darle un lugar en nuestra vida. Este proceso
puede incluir la terapia, auto-reflexión y apoyo social. Al compartir nuestras
experiencias, no sólo nos sanamos a nosotros mismos, sino que también
inspiramos a otros a hacer lo mismo.
Kintsugi nos enseña que, al igual que la
cerámica reparada puede ser más fuerte y más hermosa que antes, las personas
pueden salir de sus traumas con una mayor comprensión de sí mismas y del mundo
que les rodea. Así, las fracturas pasarán a formar una parte integral de
nuestra identidad y fortaleza, promoviendo la aceptación y resiliencia.
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